Siempre he pensado que la Música es la más injusta de las artes, no sólo por que su inmaterialidad le da una gran desventaja con respecto a éstas, sino también porque el fenómeno musical sólo se da una vez en el tiempo, sin oportunidad de rectificación o enmienda. Queda muy lejos por supuesto la creación musical o composición en la cual el compositor puede rectificar continuamente el contenido de su obra. Recordemos por ejemplo las continuas rectificaciones que de sus obras realizó el genial Beethoven, llegando a pegar varios papelitos con pentagramas unos encima de otros, modificando notas, frases o acordes. El resultado, una verdadera partitura llena de “montañitas” que sólo se puede apreciar en la partitura original, hoy día en los museos. En cambio, habían otros, según cuentan los historiadores, como el precoz Mozart que componía de pié y sin realizar ni una sola rectificación en algunas de sus obras maestras. Evidentemente, éstos serían casos extremos entre compositores que siempre he considerado casos opuestos dentro de un mismo estilo, la genialidad fruto del trabajo e innovación de Beethoven frente a la genialidad innata del prodigioso Mozart.
La interpretación es otra cosa. La música durante siglos se ha dado siempre “en el momento”, sin segundas oportunidades ni derecho a réplica. El dicho popular: “Si no tocas bien te tirarán tomates” es totalmente cierto, pues esta era la costumbre de hace más de 500 años con los músicos que por plazas y pueblos tocaban o cantaban con más o menos suerte. La única diferencia con el dicho popular es, que no sólo eran tomates sino también una gran variedad de verduras que en el momento hubieran en las cestas de compra.
Con la tecnología musical y sobre todo radiofónica se ha venido a constatar una nueva manera de interpretación, la música grabada o lo que en música moderna se suele acuñar como “enlatada”. Y efectivamente es así, el resultado es excepcional, incluso cuando los intérpretes equivocan continuamente sus interpretaciones con notas falsas, pero no pasa nada, el programita informático resolverá el problema tanto de notas, afinaciones o incluso tempos. Pequeñas orquestas que suenan como grandes plantillas, voces poco potentes que emulan las históricas de María Callas o Enrico Caruso, bandas de música que parecen grandes orquestas, perdiendo en ocasiones la sonoridad que le es propia, en fin, una “virtud” que no es aplicable sólo para la música moderna, sino también para la Clásica.
Deberíamos plantearnos primero los músicos, y luego las autoridades, si no estamos descuidando un poco la cuestión interpretativa. Quizás influido por la poca asistencia de público a los conciertos o por lo que fuere, la interpretación exitosa de la música “al aire” o en directo parece relegada a los grandes espacios de la música, como los “Palaus” y para las grandes orquestas, con lo que los intérpretes más modestos se tienen que conformar con una “oportunidad” en su Sociedad Musical, en el caso de las Bandas de Música, o con un probable y poco concurrido recital de final de grado, para los estudiantes del Conservatorio.